Un día de invierno de 1961, un joven estudiante de derecho de la Universidad Católica sintió una llamada que le cambiaría la vida para siempre: entró a una clase de actuación en la universidad. Allí descubrió un universo novedoso y fascinante que lo cautivó de tal manera que, lo que parecía ser solo un pasatiempo o una aventura juvenil, se convirtió en la pasión y la vocación de su vida. Y no solo la suya, sino también la de muchos, ya que junto con un grupo de compañeros como Coco Chiarella, Marco Leclere, Alicia Saco, y bajo la guía del legendario Ricardo Blume, fundó el emblemático Teatro de la Universidad Católica.
Pero su amor por la actuación no se conformó con eso y siguió buscando experiencias con las que nutrirse y aprender más y más del misterioso arte de actuar. Con la disciplina que lo caracterizaría toda su vida, asistía a los ensayos de la triple AAA para observar. Su sorpresa fue enorme cuando el célebre Luis Álvarez le dio la oportunidad de subirse al escenario para reemplazar a un actor que había faltado al ensayo. “Tú has nacido para esto” le dijo y le dio el personaje. Así fue como HERNÁN ROMERO debutó en el teatro en la obra “El farsante más grande del Mundo” sin sospechar que el vaticinio del maestro Álvarez se haría realidad. Porque al poco tiempo, este muchacho estaba actuando de manera profesional en montajes como “Tristán e Isolda¨, “La Tinaja”, “Los habladores”, “Los empeños de una casa”, “La verdad sospechosa”, “Arlequín, un servidor de dos amos” y deslumbrando con su talento.
Y como era lógico, con su talento y galanura, del teatro pasó a la televisión de manera natural. En el año 1965, su antes maestro y ahora colega Ricardo Blume lo recomendó para el papel principal de la telenovela La mujer prohibida. Y desde ese momento, no se detuvo de hacer televisión. Hasta que la archiconocida Simplemente María, le dio un enorme reconocimiento no solo a nivel nacional sino también internacional hasta el punto que en las giras que hacía por el exterior debía ir protegido con guardaespaldas.
Sin embargo, en el auge de su ascendente carrera, el gobierno militar frenó la producción nacional y le hizo vivir tiempos complicados. Pero siempre, dentro de su corazón, habitaba ese muchacho enamorado del arte de actuar y decidió hacerle frente a aquella etapa dura de nuestro país haciendo aquello que llevaba en la sangre. Y también asumiendo nuevos retos. Es convocado para ser productor de una serie llamada Volver a vivir. Y para prepararse, empieza a estudiar cine, con Armando Robles Godoy. Allí el cine entra a su vida. Participa en películas como La Muralla Verde y Espejismo de Robles Godoy. Y ya no siendo un chiquillo, sino un actor consagrado, empezó a hacer sus mejores interpretaciones: “Sin compasión” “No se lo digas a nadie” de Pancho Lombardi o “El bien esquivo” de Augusto Tamayo.
Hoy, ese muchacho llamado Hernán Romero tiene 81 años y ha construido una impecable carrera dedicada totalmente a la actuación, con lo hermoso y lo duro que puede ser este oficio. No sabe precisar cuántas, pero calcula que ha hecho más de 90 obras de teatro, 25 novelas y 15 películas. Una carrera memorable y destacada. Por eso este año, el Festival de cine de Lima le rinde un justo homenaje al multifacético, talentoso, magnífico, inigualable Hernán Romero del cual me siento muy orgullosa de ser hija.
Patricia Romero